¡Despacho a todo Chile! 🚛

diciembre 29, 2017

Los chilenos saben tan poco de yerba mate que en el video de Youtube que acompaña esta historia la rebautizan. “Hierba mate”, pusieron los animalitos.

Pero los chilenos saben mucho más que nosotros, los argentinos, de hacer negocios y buscar nichos para la exportación. En esas cosas sí que tenemos mucho que aprender de ellos.

Hay dos pibes chilenos, de 26 y 28 años, que vinieron a participar de la AlimentAr, la exposición alimentaria que se realiza en el predio de Tecnópolis y que intenta convertirse en algo así como la SIAL de esta región del mundo. Ellos exponen sus productos en el pabellón de su país. Ni bien ingresa uno al enorme pabellón puede tropezarse con ellos.

Uno no sabe si agarrarlos a patadas a Vicente O’Ryan y a José Pedro Matheu. O si ponerse de pie y aplaudirlos.

Lo que los dos pibes chilenos trajeron para vender en Buenos Aires no es otra cosas que yerba mate. Sí, yerba. Todo el mundo sabe que por extrañas razones el cultivo de la Ilex Paraguariensis (el nombre científico de la yerba) solo prospera en parte de la Argentina (Misiones y el norte de Corrientes), Paraguay y Brasil. En Chile seguro que la planta no crece, eso no sucede.

¿Y entonces cómo pueda ser que intenten vender yerba mate en Buenos Aires este par de mocosos impertinentes?

Los dos chicos estudiaban Ingeniería Comercial en su ciudad cuando, hace un año y medio, idearon este proyecto. Comenzaron vendiendo yerba mate en un carrito bajo la marca “Caá Yarí Mate”, pero al poco rato les comenzó a ir tan bien que ahora tienen unos 300 puntos de venta en todo Chile y hasta exportan la bebida a Nueva York. El sueño de tantos productores argentinos concretado por dos veinteañeros trasandinos. ¿Cuántos millones en consultorías se habrán pagado aquí para exportar yerba mate en sus diferentes versiones? Y nada…

Vicente, el mayor, el de 28, dice que en realidad lo que venden es una suerte de “tereré embotellado”. Los envases son de 475 mililitros, como los de una bebida gaseosa. “El chileno tradicionalmente no se atrevía a tomar mate porque es medio amargo para su gusto, y además no sabe prepararlo. Pero ahora acepta este producto de muy buena gana”, nos describe.

¿Cómo preparan la infusión estos dos provocadores? En una enorme olla hacen algo que cualquier maestra de escuela pobre de por acá sabría hacer de taquito: preparan un enorme mate cocido. La yerba a granel la importan de Paraguay, a la empresa  “Pajarito”, que se ufana de cosechar en el monte selvático una yerba orgánica, libre de agroquímicos. Andá a pedirle certificado, pero para el márketing vale.

Luego endulzan el brebaje con algo de Stevia, el endulzante natural que tampoco se produce en Chile, obvio, sino en la misma selva paranaense donde se esconde la yerba.

Quitado el dejo amargo que tanto nos gusta a los argentinos pero que al parecer espanta al público chileno, esta yerba mate chilena sirve de base para varias versiones que construyen los saborizantes: la hay de pomelo y menta; de limón y gengibre; y de frambuesa y maracuyá. Gustos “cool” que ya conformaron una pandemia de alcance global.

¿Y del mate que queda? “Lo que producimos y vendemos es una especie de Ice Tea, a partir de una infusión de yerba mate”, replica O’Ryan.

“Este chico es muy dulce”, diría nuestra abuela.

Lo cierto es los mocosos trasandinos vinieron a vendernos yerba justo a nosotros, que somos los campeones del mate aunque no siempre lo sabemos vender.

Como buen argento resentido, dejo la AlimentAr con un regusto amargo en la boca. Rosamonte, Amanda o Playadito. Y a mucha honra.

 

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